La calma que precede a la tormenta

¡A las buenas!

Si llevas un tiempo por aquí, ya debes saber que agosto y yo tenemos una relación extraña. Me arrastra, sobre todo la última quincena, gracias a su ritmo sereno, su escaso tráfico (salvo para ir a la playa o de terraceo, claro), y si ya llevaba un ritmo bajo en julio, ahora ni te cuento. Es, sin lugar a dudas, la calma que precede a la tormenta.

Ahora, el verano da sus últimos coletazos, septiembre está ya a un paso, y con su aparición vuelve a casa la rutina, quien desde hace unos años se rige de nuevo por el horario escolar. A finales de junio hizo las maletas y se largó a donde sea que veranean las rutinas, pero ya está lista para volver, toda fresca y descansada, para poner un poco de orden antes de que esto se nos vaya de las manos.

Este fin de semana es el último. Así de drástica me pongo, pero el lunes ya no estarán las carreteras de mi ciudad tan despejadas, ni los teléfonos del trabajo tan silenciosos, y hay que prepararlo todo para la vuelta al cole. Habrá sonado la alarma, esa que te indica que ya está, ya se acabó la calma, ahora toca ponerse las pilas que hay un montón de cosas pendientes. Una vez me adapte al ritmo acelerado habitual será menos trágico, pero hasta entonces…

En cuestiones literarias ahí estoy, estos meses no he avanzado demasiado, pero tampoco me he quedado quieta. El blog siempre es el último, pobrecillo, pero no se puede estar a todo, y menos sin la inestimable ayuda de la rutina. Ya bastante he hecho sin ella.

Tengo algunas cosillas organizadas por los ocho años de blog, los cinco años de “Romy y Allen”, los dos años que hace que se publicó “La broma”  y el año que hace que se publicó “¿De dónde vienen las brujas?” .

 

 

Espero que te guste lo que va a venir, y espero también que disfrutes lo que queda del verano.

Feliz vuelta a la rutina.

¡Gracias por pasar por aquí!

 

 

 

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