Desde mi rincón

¡A las buenas!

¿Qué tal todo por ahí? Espero que bien, o lo mejor posible dada la situación. Por lo que voy sabiendo de vosotras y vosotros, unos ya están saliendo, otros siguen viéndosela con el COVID-19.

Es la primera vez en meses que me siento delante del ordenador a escribir y me apetecía que fuera para una nueva entrada del blog. Son pocas las veces que escribo sobre aspectos personales, pero sin duda la ocasión lo merece. Ahora que, poco a poco, volvemos a la normalidad, a ver si en mi casa podemos sumarnos también.

Agradezco todas y cada una de las muestras de cariño, de los mensajes de ánimo o los de preocupación. Estos días han sido extraños, algo común para todos, pero cada persona lo ha vivido de forma diferente.

En mi caso, recuerdo la impresión de los primeros días, el “no puede ser”, el “no será para tanto”, el “¿y ahora yo qué hago?”. Quién nos lo iba a decir… Muy a mi pesar, parte de esto se mantiene y me hace imposible estar al 100%.

Desde hace unos años, dependo de una rueda que indica mis turnos y a la que le da lo mismo que sea fin de semana o festivo. Si me toca, trabajo. No soy sanitaria, pero sí trabajo en un centro sanitario, por lo que no hubo parón de ningún tipo. Ir a trabajar las primeras semanas fue como vivir una constante mañana de domingo, porque a primera hora no hay apenas tráfico y no se ve un alma por la calle. Días tristes, oscuros, repletos de dudas, temores e incredulidad, que se van disipando y espero no vuelvan jamás.

Dentro de lo terrible, nos hemos ido adaptando. Lo literario ha quedado totalmente abandonado en el último rincón de la casa, ya que necesitaba todo el espacio del piso y no es muy grande. Con los peques, he tenido que improvisar zonas de estudio y actividades, e ir alternando de ventana en ventana a la caza del sol. Mi ordenador ha pasado a ser suyo y menos mal que hemos contado con él para las tareas del cole.

No he vivido la cara más dura del virus, pero sí ha estado cerca y, por desgracia, continua rondando. Me llega con los testimonios de compañeras de otros centros sanitarios que lo han pasado realmente mal, de amigos y conocidos que han perdido a un ser querido de esta forma tan fría, por una enfermedad que te impone la absoluta soledad. También lo he visto en su forma menos agresiva, de quienes lo han pasado con una ligera molestia, pero que del mismo modo han tenido que distanciarse del resto. Nos ha pillado por sorpresa y con muy pocos medios para pelear, pero cada uno a su manera ha trabajado y se ha esforzado para ganar. Unos en primera linea, otros alejándose todo lo posible, todos con la misma intención. A los otros, (los que menos, pero que se creen más), no han estado a la altura de las circunstancias ni lo estarán jamás.

Las historias continúan en mi mente, pero sin opciones a trasladarse al papel. Apenas he leído, mucho menos escrito. Como comentaba en entradas anteriores, tenía la intención de presentarme al premio Amazon, pero el tiempo y las fuerzas no juegan de mi lado. “Nadie contará tu historia” sigue en revisión, al igual que la continuación del Anverso y Reverso o cualquier otro proyecto. Están ahí, casi listos, pero la que no está lista soy yo, así que no sé en qué quedará la cosa.

Como siempre, agradezco que hayas llegado hasta aquí. Ahora también espero que tú estés bien. Ojalá pueda venir pronto con novedades y que todo esto quede en el pasado para retomar esa mínima normalidad, sin bajar la guardia y sin olvidar lo verdaderamente importante que debería habernos enseñarnos esta situación. Me quedo con lo bueno, con los pequeños y grandes gestos, con la solidaridad y la comprensión, con la responsabilidad y el respeto a los demás.