Relato III: El paraguas transparente

 

Paraguas transparenteGumersindo Harald se pasó una hora buscando el paraguas transparente. El camino de su casa hasta la oficina era largo, un par de calles, y también tendría que usarlo en el descanso. Lo necesitaba. Esperaba que su jefe lo entendiera, aunque no solía hacerlo y eso que no dejaba de repetir lo comprensivo y paciente que estaba siendo con él.

Siempre le pasaba lo mismo. Todo el mundo le decía que era raro. No creía serlo, simplemente, hacía las cosas a su manera. Había intentado explicarlo pero no le entendían. Como si los motivos de los demás fueran mejores. Salirse de lo común es todo un problema, una catástrofe. La gente es tremenda.

Esta vez su jefe no estaba, por lo que no hubo charla. Ocupó su cubil, trabajó y, a la hora de siempre, dejó sus cosas para salir a despejarse. También como siempre, se colocó a un lado de la puerta de salida con el café en una mano, el pitillo en la otra y el mango sujeto entre la cara el hombro. No le resultaba una postura cómoda, desde luego, pero no tenía alternativa si no le dejaban fumar dentro.

Salió el de contabilidad. Gumersindo no era de cogerle manía a la gente con ligereza, más bien al contrario, eran ellos los que lo crucifican sin conocerle, pero el contable le pareció un listillo desde el primer día, siete semanas atrás.

—¡Hola, compañero!, ¿cómo te va? —le preguntó el contable.

—Tirando —respondió Gumersindo dando empleo a esa palabra estándar que le permitía pasar desapercibido, aunque le pareciera una respuesta de lo más incoherente.

—Ajá. Oye… siento lo de tu hormiga. Sé que era importante para ti y no debimos reírnos cuando faltaste unas horas porque tenías que preparar su entierro.

Gumersindo se fijó bien, con cierta desconfianza, pero no parecía que se la estuviera jugando. Es más, su compañero era sincero, podía verlo. La emoción lo había hecho ponerse rojo y parecía morderse la lengua para no echarse a llorar allí mismo. Tal vez lo había juzgado precipitadamente, no era un mal tipo.

—Gracias.

El contable asintió. Le dio un trago al café y señaló el paraguas con la cabeza.

—Una pregunta… ¿Por qué tienes el  paraguas abierto si no llueve?

Gumersindo no pudo evitar sonreír. Algunas personas son demasiado confiadas.

—Para que no me caiga nada encima. El otro día escuché en la radio que una señora casi se queda ciega porque unos niños tiraron tierra desde un balcón. Así, lo evito. Además, al ser transparente, puedo ver quien ha sido y denunciarlo.

El contable se atragantó con el café. La mezcla le salió por la nariz y empezó a toser. Era evidente que su razonamiento lo había impresionado. Entendió que, por pura educación, el hombre le ocultó el rostro para que no presenciara su humillación.

—Yo… si… esto… tengo que ir un momento dentro… Si me disculpas.

Por supuesto que lo disculpaba, faltaría más.

Cuando el contable entró al abrigo de la oficina, la puerta quedó abierta. Tras unos segundos, le llegó el sonido de sonoras carcajadas.

No era la primera vez que le pasaba algo así. De hecho, iban unas cuantas. Seguro que en cuanto él entrara cesaban las risas.

Menuda puntería la que tenía. Siempre se perdía los momentos más divertidos de la oficina.

 

 

 

Nota: Este nombre es un préstamo. Si queréis conocer el verdadero aspecto de Gumersindo y sus enredos con las Valkirias, en la taberna de Valaf encontrareis la historia completa.

 

 

8 Responses to Relato III: El paraguas transparente

  1. Valaf 2 diciembre, 2013 at 9:44 #

    jajajajajajaja…

    …si lo sé me llevo una de las macetas que tengo en el despacho a la cantina, en la cabeza, por supuesto, jajajajaja…

    Mientras leía tu relato recordaba la imagen del Gumersindo the brave, el mismo capaz de poner celoso a Thor por sus juegos valkíricos, jajajajajaja, es más, estoy seguro que el paraguas transparente, y eso no se lo dijo al contable, era para evitar algún escupitajo del Dios del trueno, que, muy ofendido, todavía se la tiene jurada por enredar con las dísir de Freyja, jajajajajaja…

    Uffffff, si me he reído. Por cierto, tu imaginación es total: jamás se me hubiera ocurrido relacionar al Gumer con un empleado de oficina tirando de paraguas transparente y en días soleados. Chapeau!!!!!

    Un besazo!!!!

    • nesa 3 diciembre, 2013 at 2:01 #

      jajaja Te veo con la maceta. Seguro que de eso se protege jajaja
      Vale, me encantaría echarle morro y decirte que en Gumersindo pensaba al hacer este relato pero mentiría como una bellaca. Los textos ya los tengo escritos, solo adapto el nombre. Lo confieso jejeje
      Pero podría ser posible esto de Gumersindo a lo Superman. The brave de noche, oficinista raro, Clark Kent, de día.
      En cualquier caso, un besazo para ti también y gracias por pasarte!

  2. Mientrasleo 3 diciembre, 2013 at 0:40 #

    Anda, mira tú dónde ha terminado Gumer, que ya lo tengo confianza y me deja.
    Me ha gustado el relato, sobre todo por el cambio de registro que te has marcado
    Besos

    • nesa 3 diciembre, 2013 at 2:04 #

      La verdad es que a este paso ya es uno de los nuestros jejeje
      Me alegra que te gustara. El cambio de registro viene impuesto con el curso jeje. Ya de meterme a hacer relatos intentar variar géneros.
      Besos y gracias por pasarte.

  3. sisi 3 diciembre, 2013 at 22:11 #

    ¡Nesa tienes talento chica! creo que he dicho todo con eso ¿no?
    ¡Un beso!

    • Nesa 4 diciembre, 2013 at 0:26 #

      ¡Mil gracias Sisi!
      Me queda clara tu opinión si 🙂
      Un beso y gracias también por pasarte.

  4. mocauy 4 diciembre, 2013 at 20:11 #

    nesa…tu imaginación no tiene fronteras,a que no? bsss y hablamos !!!!

    • nesa 10 diciembre, 2013 at 1:32 #

      ¡Muchas gracias, Mocauy!
      Eso intento jeje
      Besos y hablamos!!

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