1. Duelo de identidades: Despierta

 

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Una explosión. Un sonido tan devastador que aún le pitaban los oídos. Un único recuerdo.

Tardó unos segundos en entender que el frío venía del suelo sobre el que estaba tendida. Notaba la garganta seca y un entumecimiento generalizado que no presagiaba nada bueno. Intentó hacer memoria, encontrar alguna pista sobre cómo había llegado hasta allí, pero lo único que salía de su cabeza en aquel momento era el eco de la explosión. No recordaba su nombre, no sabía dónde vivía o a qué se dedicaba. Todo le resultaba confuso. Lo único que tenía claro era la sensación de estar en peligro.

Se esforzó por conservar la calma, a pesar de lo tentador que resultaba dejarse llevar por el pánico. Flexionó los dedos de las manos en un intento por recuperar la sensibilidad de su cuerpo y se obligó a abrir los ojos. Tuvo que parpadear varias veces para aliviar la irritación provocada por el polvo suspendido en el ambiente. Su cazadora negra, la camiseta verde, los vaqueros flojos y las deportivas oscuras, estaban cubiertos de él. No parecía tener ninguna herida ni lesión grave. Mareada y con desorientación se incorporó lentamente, para no hacerse daño con los escombros que percibía en la penumbra, hasta sentarse. Un tanto encogida por la rigidez de los músculos, con ese molesto zumbido en los oídos y sin mucha fe en su sentido del equilibrio, realizó un barrido de su entorno: el lugar en que se encontraba, alguna vez había sido algo parecido a un supermercado. Estanterías volcadas, falsos techos derrumbados y lámparas fluorescentes parpadeando, que oscilaban aún sujetas al techo, eran los protagonistas del paisaje. Pero no le causaron tanto terror como varios cuerpos sin vida atrapados bajo los escombros que ya habían cedido a la gravedad. El estómago se le empezó a revolver por el olor de los cadáveres, e intentó concentrarse en cualquier otro punto y no reparar demasiado en ellos. Necesitaba salir de allí cuanto antes.

Envuelta por el polvillo y ese olor nauseabundo, se apoyó en las pocas baldas que se mantenían firmes para ponerse en pie, consciente de que correría la misma suerte si seguía bajo la inestable estructura. Un par de mechones de pelo se pegaban a su frente, intentó apartarlos. Parecía tenerlo corto y desordenado. No le preocupó lo más mínimo. Guiándose por la luz que provenía del exterior, caminó hacia la puerta de salida que, por fortuna, no estaba lejos.

No había dado más de dos pasos cuando un movimiento y un tenue quejido desde un pasillo cercano llamaron su atención. Pese a la urgencia por escapar del lugar, no pudo evitar aproximarse en un intento de prestar auxilio.

Sorteó con torpeza los obstáculos de la zona de droguería y empleó como punto de apoyo una góndola con ofertas que aún no se habían desplomado. Al final del pasillo vio a un hombre joven tendido boca arriba sobre el suelo. La única herida visible era una brecha en la ceja, de la que había manado una considerable cantidad de sangre, y que ahora, seca, ocultaba parte de su rostro.

Con la respiración agitada al ver el falso techo a un paso de caer sobre él, como si esperara a que le diera alcance para derrumbarse y atraparlos a ambos, se armó de valor y se aproximó. Confiaba en que el herido reaccionara rápido. Tal y como estaba, ella no podría cargar con su peso y lamentaría tener que abandonarlo.

—Hola —dijo con la atención puesta en el techo, antes de mirarlo de nuevo.

Unos ojos azul cielo se posaron en ella con una súplica que la obligó a perder toda cautela y socorrerlo como fuera.

—Ayúdame —rogó el hombre casi sin voz.

Se acuclilló y sus ojos dieron con el pequeño tablón que había junto al cuerpo, a todas luces el causante de la brecha. Era extraño, pero juraría que aquel tablón le era familiar y que no tenía nada que ver con la tienda. Un desagradable chirrido de bisagras la hizo dejar de lado el trozo de madera y centrarse en lo importante.

—¿Puedes andar? —le preguntó nerviosa, mientras valoraba su estado por si tenía más lesiones que no hubiera visto en un primer momento—. ¿Puedes incorporarte?

Los párpados del chico temblaron hasta cerrarse al perder la consciencia.

Dejando escapar una maldición, lo agarró por los brazos y tiró de él para arrastrarlo. Esperaba que no tuviera algún daño interno o que moverlo no agravara su situación.

Avanzaron un par de metros, que le arrancaron un sudor pegajoso, y el falso techo se vino abajo en el lugar donde habían estado. Tiró con más fuerza. Nada aseguraba que el resto siguiera en su sitio.

Cuando logró alcanzar la puerta del establecimiento, le quedó claro que la situación en la calle no era en absoluto alentadora, y el silencio la puso más nerviosa. Lo que fuera que pasara había causado más muertos y coches accidentados, y no se veía el menor rastro de vida. Asustada ante la visión apocalíptica, sacó al hombre a la calle. El humo y el olor a quemado impregnaban el ambiente. No corría ni una gota de aire y el cielo salpicado de nubarrones grises se oscurecía ante el cercano anochecer.

Una vez segura de que nada cercano pudiera caerse y acabar con ellos, dejó el cuerpo del joven tendido en la acera de la estrecha calle, donde las fachadas de los edificios resaltaban lo vivido a través de las ventanas rotas y las paredes desconchadas.

En uno de los pisos del edificio al final de la calle había un incendio. El fuego escapaba por una de las ventanas, ennegreciéndolo todo a su contacto. Ninguna víctima pedía auxilio, ni parecía que fuera a presentarse nadie para hacerle frente. El humo ascendía hasta el cielo mezclándose con las nubes.

De manera involuntaria, pese a los esfuerzos por no reparar en los cadáveres, se fijó en uno de los que tenía más cerca. Era una mujer, pero le fue imposible concretar su edad. Estaba tendida boca abajo, sobre el arcén, con una herida de desgarro en su espalda, como si le hubieran arrancado un pedazo.

Las lágrimas inundaron sus ojos y el estómago se le revolvió, provocándole que vomitara lo poco que tenía en él. Se esforzó por centrar su atención en el chico que, tendido a su lado, respiraba de forma acompasada.

Se debatía entre qué hacer y qué no, cuando el sonido de un motor aproximándose la hizo ponerse en pie y saltar a la carretera para asegurarse de ser vista, movida por una oleada de alivio y esperanza.

Por una de las calles transversales a la vía, apareció un motorista que se dirigía hacia su posición a una velocidad nada sensata. Los numerosos obstáculos convertían la carretera en una auténtica yincana. El visor tintado del casco del motorista la impidió ver algo más que el reflejo del lugar. La ropa cubría por completo el cuerpo alto y ancho del hombre.

La angustia volvió a apoderarse de ella al ver que el motorista no tenía intención de detenerse, aunque se le pusiera delante. De un salto volvió a la acera y retrocedió un paso, incapaz de alejarse del chico inconsciente.

Confundiéndola aún más, un estruendo anticipó la aparición de una especie de tanque. La pala que llevaba adaptada a la parte delantera dejaba en mitad de la vía un sendero delimitado por los escombros, los cuerpos sin vida y los coches abandonados.

Sin darle tiempo a procesar la información, e ignorándola por completo, el motorista paró lo más cerca que pudo del herido y se desmontó con rapidez.

Ella, sin poder moverse, observó cómo el recién llegado se arrodillaba para ver de cerca al joven ausente. Aunque le costó, logró articular palabra.

—Solo está inconsciente —susurró intimidada.

El motorista pareció percibir al fin su presencia. Giró la cabeza hacia ella y se puso en pie. Dio un paso en su dirección, en absoluto cordial, mientras el tanque se detenía en las proximidades.

Supo que aquella imponente figura no era un amigo y retrocedió de vuelta a la carretera. De soslayo, observó cómo dos personas, un hombre y una mujer, saltaban del tanque y corrían hacia el convaleciente.

—Lárgate —le advirtió el motorista.

De puro aturdimiento, no pudo moverse. Miró preocupada hacia el chico del supermercado. Los recién llegados lo alzaron cuidadosamente, dedicándole a ella una mirada furtiva, demasiado breve para interpretarla. La incomprensión era tan rotunda como la certeza de que aquellos tres no iban a auxiliarla ni se molestarían en explicarle qué estaba sucediendo.

No tenía muchas opciones, y la expresión corporal del motorista aconsejaba hacer caso a sus palabras. El problema era que no tenía a dónde ir, así que siguió allí sin la menor idea de lo que sucedía, pero sin pedir explicaciones por lo que pudiera suponerle.

Tan pronto metieron al chico del supermercado en el tanque, el motorista recuperó su vehículo. Pese a que la incertidumbre la arañaba por dentro, fue incapaz de hablar, y se quedó allí de pie viendo cómo se alejaban.

 

SERGIO

 

Tras un complicado avance por las calles, el tanque se detuvo a las puertas de un centro comercial. El motorista paró a su lado, sin desmontarse ni quitarse el casco. No había amenazas, aún no, pero el aspecto general era sobrecogedor. El lugar de referencia, siempre lleno de gente y de vida, permanecía en una quietud escalofriante.

Los que ahora se refugiaban dentro, una veintena de personas a lo sumo, compartían mucho más que vivir en el mismo sitio. A algunos de ellos los secuestraron días antes y su liberación derivó en aquel infierno. Habían sobrevivido, pero aún les quedaba mucho para estar a salvo.

En ningún momento pretendieron desenmascarar a sus secuestradores ni demostrar lo sumamente peligrosos que eran; eso era algo que no le convenía a ningún bando. Solo querían detenerlos. En su opinión, no lo habían conseguido.

Sergio se preguntó cómo estarían las cosas fuera de la ciudad. En las primeras horas, Juan, el hombre de veintisiete años que conducía el vehículo pesado, había conseguido acceso a las emisiones de radio tanto del ejército, como de algunos periodistas. Todos estaban convencidos de que lo sucedido se debía a un ataque terrorista. El revuelo era notable, la inquietud y la incertidumbre se extendió en ese primer momento, y Sergio estaba convencido de que aún se mantenía.

Apretó los puños con rabia. El propio grupo Zeva dio la alarma, destinó todos sus recursos para agilizar la evacuación de la ciudad. Suponía que los principales responsables habrían huido a tiempo, y ahora estarían instalados en algún lugar disfrutando de todas las comodidades. Con suma cautela, seguirían el proceso que el Estado estableciera y mostrarían toda su colaboración, no solo para ocultarse, sino para asegurarse de que ninguna prueba veía la luz. Si los supervivientes no conseguían salir y desenmascararlos, tarde o temprano regresarían a su sótano de los horrores para retomar sus experimentos.

La gente evacuada no sería una buena fuente de información. Sergio suponía que los habrían interrogado, y la respuesta sería ecuánime: no vieron nada. No estarían mintiendo. Esas cosas, imperceptibles al ojo humano, eran lo ideal para generar tanta confusión que realmente nadie sabría explicar lo sucedido.

Hasta donde él sabía, Juan había conseguido hablar con su contacto en el exterior. Al parecer eran los más interesados en que el asunto no trascendiera y se afianzase la versión del ataque terrorista. Juan no entro en detalles, pero debía tratarse de alguna unidad militar. El caso era que su contacto los ayudaría, cuando saliesen de la ciudad. Mientras estuvieran atrapados, no haría absolutamente nada. A Sergio le costó horrores entenderlo, pero Juan fue tajante: «Porque no pueden, y porque no quieren. Eso los señalaría, y aún quedan cabos por atar. El grueso del grupo Zeva está aquí, pero si se quiere cortar el asunto del todo, hay que acabar con cada ramificación. Nadie relacionado con la empresa sobrevivirá, tenga culpa o no».

Había muerto tanta gente que a Sergio ya le daba igual un par de ellos más. Era horrible, pero lo único que le importaba era que su hermano y los demás sobrevivieran, y que nadie más tuviera que pasar por lo que pasaron ellos.

Juan dejó la cabina para echarle una mano en el traslado del herido a Raquel, la chica que iba en la parte trasera. Al pasar junto al motorista, Juan se atrevió a cruzar con él un par de palabras, a sabiendas de que en ese momento estaba lo bastante cabreado como para emprenderla a golpes con cualquiera.

—Sergio…, deberías entrar y tomarte unos mi…

—No —lo cortó el motorista. Podrían quedar personas inocentes en las calles.

Alguien tenía que encontrarlas y, de paso, buscar una solución que les permitiera huir de la ciudad lo antes posible.

La puerta lateral del tanque se abrió con un chirrido metálico y Raquel se dirigió a él sin ocultar su preocupación.

—Tu hermano sigue inconsciente. No le veo nada grave, pero no reacciona.

Sergio apretó los puños, haciendo crujir el cuero que cubría sus manos.

Desde una puerta metálica disimulada en la fachada del centro comercial, dos hombres salieron a la carrera. El mayor, de unos cincuenta años, corpulento y con aspecto de necesitar un médico que le viera el corte que ensangrentaba su manga, se coló en el tanque sin necesidad de que se lo pidieran. Juan lo siguió tras lanzar una mirada intranquila al visor tintado del motorista. El otro, al ver que sobraban manos para ayudar, se acercó a Sergio.

—¿Cómo te encuentras? —le preguntó.

El motorista continuó inmóvil.

—¿Se sabe algo más?

El hombre se encogió de hombros con una normalidad fingida. Como el motorista, era una de las víctimas del secuestro. Pensó tantas veces que moriría, que no sabía cómo sentirse. Había cambiado la celda en la que estuvo retenido por unos días de calma, antes de que las explosiones y las amenazas mandaran al traste el frágil espejismo de seguridad que había imperado en las calles desde siempre.

—No sé cuánto sabes. Me han dicho que estuviste inconsciente hasta hace unas horas.

—Juan me puso al día. Hasta donde sé, se han salvado bastantes, y Raúl sigue buscando a Lucía.

Su interlocutor se revolvió inquieto.

—Lucía está… Han encontrado a varios, muertos. Fueron ejecutados.

Sabía que sus enemigos irían a por ellos, pero no esperaba que tuvieran tanto éxito. Sergio no encajó bien la noticia, sin embargo, se negó a exteriorizarlo.

—¿Y Raúl?

—Desde hace una hora no sabemos nada de él. Trajo al último, se fue a buscar a Lucía, la encontró…, y es como si se lo hubiera tragado la tierra.

Podía entenderlo y lo compartía. De no ser por Lucía, él seguiría encerrado en una celda. El éxito del rescate había sido cosa suya. Al margen de eso, era el corazón del grupo, la segunda al mando y una persona extraordinaria. Su falta suponía un golpe demasiado duro. Si Raúl desaparecía también, los ánimos decaerían por completo y, por el momento, era lo único que los mantenía con vida.

—Iré a buscarlo y peinaré cada zona por si queda alguien.

El hombre apretó los párpados con fuerza. Las facciones de su rostro reflejaron el esfuerzo, la concentración. En otras circunstancias podría localizar con exactitud a cualquier persona que estuviera en un radio bastante amplio, pero en cuanto le pusieron las manos encima, neutralizaron cualquier tipo de capacidad inusual para que no diera problemas. Fue uno de los primeros que rescataron, aunque su cuerpo todavía se veía afectado por las sustancias inoculadas. Cuando abrió los ojos de nuevo, pareció dudar.

—Hay gente por ahí, eso seguro. No sé si de los nuestros o normales, y sí, necesitan ayuda. Dudo que sobrevivan a la noche. Tal vez deberías, no sé, descansar o algo.

Sergio no tenía la menor intención de perder el poco tiempo que le quedaba.

—Seguiremos en contacto por radio —dijo al tiempo que arrancaba la moto.

Desde el retrovisor vio a Juan salir del tanque y agitar los brazos para llamar su atención y que volviera. Lo ignoró. Dejó el centro comercial y condujo a una velocidad alta hasta llegar a las vías más congestionadas, en las que se vio obligado a ir más despacio.

La radio emitió un zumbido. Lo escuchó de milagro y estuvo tentado de no responder. Se lo pensó mejor y pulsó el botón del aparato que llevaba en el cinto. La voz de Juan sonó en su cabeza a través del altavoz instalado en el casco.

—¿Por qué coño te has ido tan rápido? ¿Adónde vas? Deberías haber escarmentado, por libre no haces una mierda.

Sergio tuvo que aminorar la velocidad hasta detenerse. La sorpresa había tomado protagonismo. Juan no le había hablado así nunca, y el poco tacto que mostró en la regañina no se lo esperaba.

—¿Qué quieres? —se limitó a decir.

—Que vuelvas y lo hablamos.

—¿Volver? Juan, en cualquier momento yo seré un problema más. Lo mejor que puedo hacer es seguir buscando gente e intentar localizar a Raúl.

Juan tardó unos segundos en hablar.

—Oye, sé que es… complicado, pero puedes estar aquí. Tu hermano va a necesitarte cuando despierte.

Sergio soltó una amarga carcajada.

—Eso, si despierta. En todo caso, no creo que se alegre de verme así. No quiero que ninguno de vosotros lo hagáis. Soy más útil fuera.

—Vas a ir a por ella, ¿verdad?

Sergio no tenía una respuesta clara.

—Hay cosas más importantes. Tranquilo, no perderé el tiempo.

Juan no pareció creerlo.

—Algo no encaja en todo esto, Sergio. Tuvimos dudas por algo, y… ¿no te fijaste en su reacción al vernos?

Sergio no se fijó, si lo hubiera hecho demasiado, quizá le habría disparado a la cabeza. Lo que la salvó en ese momento fue que su hermano respiraba y que él no era un asesino.

—Me da lo mismo, Juan. Ella es lo de menos. Tengo que encontrar a Raúl

—dijo mientras pulsaba el botón con el que finalizaba la charla.

Un dolor en el pecho lo hizo encogerse. Su cuerpo respondía cada vez peor, pero aún tenía fuerzas. Mientras aguantara, seguiría adelante.

Retomó la marcha, sin embargo su atención voló lejos de la carretera. Las palabras de Juan regresaron como un eco: «Deberías haber escarmentado, por libre no haces una mierda».

No le faltaba razón, aunque la culpa no había sido suya. Su plan era bueno, su hermano podría haber evitado lo que ahora recogían sus ojos. Nada de eso habría pasado si ella no hubiera intervenido.

Solo había una culpable, y esperaba que tuviera una muerte lenta y dolorosa. Era justo lo que se merecía. Estaba seguro de que no tardaría en dejar el juego. Él lo daría todo por las personas que sí importaban. No perdería el tiempo con ella, tenía que sacársela de la cabeza y lo conseguiría. Había cosas más inquietantes.

Faltaban muchos más que Raúl, y se preguntó qué habría sido de todas las personas que conocía, aquellas con las que había compartido espacio, momentos, incluso gente con la que apenas cruzó una palabra. Un vecino, un conocido, esa persona a la que ves casi a diario por la calle y de la que no tienes la menor información. También los que fueron cercanos y ahora eran parte de su pasado. Un antiguo amigo, una exnovia. ¿Dónde estarían todos? Al menos de su familia no tenía que preocuparse. Sabía cómo estaba su hermano y sus padres llevaban muertos muchos años.

Sergio reaccionó a tiempo de esquivar un cuerpo atravesado en la carretera. Por un instante, le pareció que tenía algo familiar. No fue capaz de comprobarlo. A los pocos metros tuvo que detener de nuevo el vehículo, lo que le faltaba era tener un accidente.

Intentó desprenderse, sin éxito, de la mala sensación que habían dejado sus pensamientos. Por primera vez, desde que había vuelto en sí, asumió la magnitud del problema: demasiada gente afectada, personas por las que él no podía hacer nada y menos en su estado. Se tomó unos segundos para sincerarse consigo mismo y no se molestó en recurrir a la esperanza.

A fin de cuentas, él ya estaba muerto.

 

 

 

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Un beso y ¡muchas gracias por tu interés!

 

 

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31 Responses to 1. Duelo de identidades: Despierta

  1. sisi 16 agosto, 2012 at 3:21 #

    y el resto de la historia? por que ya no sale? 🙁

    • nesa 16 agosto, 2012 at 8:52 #

      Perdona Sisi. Estoy corrigiendo algunas cosas y no sabía que había alguien siguiendo la historia.
      Ahora pongo los otros.
      Besos y gracias!

      • sisi 17 agosto, 2012 at 20:53 #

        muchas gracias nesa.

  2. Mary 25 enero, 2013 at 9:46 #

    Esta muy buena la historia me quede picada sera que puedas subir los demas capitulos? ?

    • nesa 25 enero, 2013 at 14:15 #

      ¡Hola Mary!
      Me alegra que te esté gustando la historia. Ahora subo los otros.
      Saludos y gracias por pasarte.

  3. blue 6 febrero, 2013 at 19:02 #

    cuantos capitulos has subido? el3 de febrero lei 13 capitulos y ahora solo encuentro 2 por que?

  4. stefani 31 mayo, 2013 at 1:48 #

    hola me gustaria q sigas subiendo mas capitulos… esta muy interesante.

  5. brigit 16 junio, 2013 at 1:20 #

    esta muy interezante la historia me fascino
    !!!!!! 8(>.<)8 cuando salen los demas capitulos??? felicidades por la historia esta chida!!!!

  6. Yen 17 junio, 2013 at 10:34 #

    Oye me encanta la historia; quisiera leer mas cuando subes mas capitulos?

  7. Nahomy 26 junio, 2013 at 4:35 #

    hola me encanto tu novela esta genial pero estube leyendo comentario de capitulos por que solo hay un capitulo ???

  8. ro 26 junio, 2013 at 6:49 #

    me encanto !!! continua:D

  9. nesa 2 agosto, 2013 at 1:28 #

    Hola:
    Ante todo muchas gracias por los comentarios. Me alegra que os llame la atención la historia y siento haber tardado tanto en responder.
    Como señala Blue, los capítulos de esta historia estaban visibles hasta hace poco. Por ahora, seguirá sólo el primero mientras busco la mejor forma de publicar.
    Un saludo.

  10. GraceBertinelli 27 agosto, 2013 at 1:15 #

    cuando vas a subir el siguiente?? esqe esta muy buena….

  11. Noelia 7 octubre, 2013 at 18:47 #

    Hola,
    me gustaría poder leer la continuación de la historia, cuelgala lo antes posible ya que es muy buena!
    Saludos

  12. Nesa 11 octubre, 2013 at 1:20 #

    Muchas gracias por vuestros comentarios. Me alegra que os guste el capítulo.
    Estamos trabajando en ella para publicarla lo antes posible.
    ¡Saludos!

  13. Katy 8 noviembre, 2013 at 22:51 #

    y QUE HAY DE LOS CAPITULOS, YA PARASTE?, NO TE DETENGAS MO HERMANA Y YO SEGUIMOS LEYENDO LA HISTORIA 🙂

  14. yen 19 enero, 2014 at 6:08 #

    hola q tal nesa, oye donde puedo seguir leyendo esta historia? me gusta mucho please !!!!!

  15. Blue 7 marzo, 2014 at 19:25 #

    Uau. Acabo de leer el primer capítulo y ya estoy esperando más! Está genial, sigue así!
    P.D. Espero que no nos hagas esperar mucho para el siguiente capítulo.

    • nesa 7 marzo, 2014 at 22:28 #

      ¡Me alegra que te guste Blue!
      Para la semana sigo 🙂
      ¡Gracias por pasarte y por comentar!
      Un beso.

  16. Yaz 8 marzo, 2014 at 3:48 #

    Hola Nesa pues bueno despues de tanto tiempo aqui estoy de nuevo,que te dire mas que genial este capitulo me dejas con ganas del siguiente… gracias como siempre por tus historias. 🙂

    • nesa 11 marzo, 2014 at 0:31 #

      Gracias a ti, Yaz, por volver y por comentar. Tengo suerte de contar contigo 😉
      ¡Me alegra que te haya gustado el capítulo!
      Un beso 🙂

  17. Mari 9 marzo, 2014 at 14:00 #

    Uf, chica…Me da que utilizar el poquito tiempo del que dispongo para el ordenador en leer textos como el que nos brindas, es todo un placer…¡¡Qué imaginación!!…Te cuento, además, que espero la continuación de la historia con un sincero interés…;))
    B7s

    • nesa 11 marzo, 2014 at 0:34 #

      Me alegra que te haya gustado, Mari :))
      Buf, sí, imagino el poquito tiempo que tienes, de verdad que te agradezco un montón que pases por aquí.
      B7s también para ti y gracias por comentar.

  18. Mientrasleo 9 marzo, 2014 at 22:05 #

    Ah, pues no me viene nada mal.
    Calentando motores
    Besos

    • nesa 11 marzo, 2014 at 0:36 #

      Sí jeje, espero que te gusten los cambios 🙂
      Besos y gracias por pasarte y por comentar!!!

  19. sisi 10 marzo, 2014 at 4:35 #

    Me encanto!! Ame esta historia y la seguire amando! Ansiosa por leer el siguiente capitulo.
    Un beso.

    • nesa 11 marzo, 2014 at 0:37 #

      ¡Genial Sisi! Me alegra que te haya gustado 🙂
      Un beso y ¡gracias por pasarte y comentar!

  20. Valaf 10 marzo, 2014 at 21:21 #

    Yeeeeeeeeeeeeeep, a ver a ver, conste que lo he leído por fases pero ya lo he finiquitado.

    En primer lugar, engancha. Y MUCHO. Y NO ES CORTESÍA BLOGUERA…atrapa la historia. Pero no me queda claro si es que hay algún virus y no son todos iguales. ahora, quizá, es cuando me arreas, virtualmente, claro, jajajajajaja…pero me he ido dibujando una de esas pelis de zombis a medida que he ido leyendo (la tabernera no está de acuerdo con esto, ella imagina otro desenlace, Y SEGURAMENTE TIENE RAZÓN, jajajajajaja)

    Una pista, vaaaaaaaaaaaa, aunque sea una pistilla de ná, venga va…¿pasa algo de eso?

    Un besazo!!!

    • nesa 11 marzo, 2014 at 0:44 #

      jajajaja no te arreo, no, jajaja algo hay… algo hay… ¿Quién tendrá la razón? Muahahahaha
      Ahhh… No pienso decir nada si no es en presencia de mi abogado y, como no tengo, ni mini pista ni ná…
      Cachis, soy una floja: bueno, igual hay un poquito de eso… pero los zombis de Romero no son 😉
      Un besazo y mil gracias por pasarte y comentar!!

  21. Meg 30 marzo, 2014 at 23:30 #

    Te leeré, lo que pasa es que necesito estar en el ordenador, cómofda y con tiempo, asi que espero que no se junten demasiados capítulos 😛 Un besote!

    • nesa 17 septiembre, 2014 at 0:04 #

      ¡Genial, Meg!
      Cuando quieras y cuando puedas!!!
      Un besote y gracias por pasarte 🙂

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